Se ha declarado el estado de alarma en todo el territorio nacional. Debemos confinarnos en nuestras casas, sin salir, para frenar la expansión del Coronavirus Covid-19 y no sobrecargar el sistema sanitario. En España hay casi seis mil personas infectadas por un virus que ha viajado más de doce mil kilómetros en apenas quince días.
En algunos momentos me extraño viviendo esta situación y me pregunto: ¿Esto es un sueño? Me sorprende la facilidad con la que puede cambiar nuestras vidas ante la grandiosidad de la naturaleza. Nada está bajo nuestro control. Siempre hemos sido pequeños, aunque muchos se crean con la capacidad de ejercer su fuerza sobre un ente salvaje como lo es la naturaleza.
Un organismo de estructura muy sencilla, como es un virus, está siendo capaz de poner en jaque el sistema del mundo y ponernos a todos a prueba. Una vez más, la realidad supera la ficción. Queda latente que somos una especie vulnerable, como cualquier otra. Sin embargo, nos subestimaron cuando creyeron que no estaríamos a la altura en una situación como esta. Estamos demostrando ser respetuosos y solidarios. Estamos cuidando de los demás, como si de nosotros mismos se tratase. Cada mañana sigo diciéndome: Este es un sueño del que quiero que despertemos todos. Juntos. Sin que nadie se marche de nuestro lado.
Hemos dejado nuestros trabajos y nuestras vidas para proteger a los nuestros y, como dice el refranero español, no hay mal que por bien no venga. Hoy me he sorprendido compartiendo la mañana con la familia, charlando después de preparar y tomar el desayuno, riéndonos y, en definitiva, celebrando el hecho de poder estar sanos, salvos y juntos.
No puedo dejar de preguntarme cuál será la situación la semana que viene. ¿En qué porcentaje se multiplicarán los contagios? ¿En qué condiciones se encontrarán los hospitales? ¿Y los sanitarios? ¿Estará bien mi familia? ¿Y mis amigos? Solo os pido que llevéis cuidado y permanezcáis en casa. Os quiero y no quiero que nadie se contagie.
Esta situación inédita en la historia pasará si somos responsables. Volverá la calma. Nos volveremos a abrazar más fuerte que antes. Nos besaremos. Brindaremos y apoyaremos la copa en el suelo recorriendo un buen tramo, como siempre. Bailaremos la primera canción que suene. Volveremos a pedir mesa para cenar. Diremos que sí a todas las recomendaciones del camarero. Nos reiremos en la sobremesa con nuestras conversaciones subidas de tono. Brindaremos por nosotros con un chupito de orujo de crema, cortesía del camarero. Nos iremos a casa tramando el siguiente plan. Organizaremos otra fiesta. Sacaremos la guitarra y cantaremos. Los que no sabemos cantar, grabaremos el momento. Nos reiremos hasta llorar como si nunca lo hubiéramos hecho. Todos juntos. Como siempre.
No quiero parecer una terrorista emocional, pero debo reconocer que me reconforta saber que eres tú esa persona especial que está esperando en casa para darme un abrazo y besarme. No disfruto con nuestra distancia porque solo deseo estar contigo. Pero me alivia saber que estás bien. En casa. Te esperaré hasta que podamos estar juntos y entonces no me separaré de ti. La vida tiene a veces esta extraña forma de recordarnos celebrar cada latido.